Alguna vez te has sentido derrotado por pensamientos o susurros que vienen a tu mente como “no puedes”, “no sirves para nada” o “ríndete”. O talvez alguien de tu alrededor habla contra ti, a veces con palabras sutiles pero que lastiman.
Esto no es casualidad, es parte del plan del enemigo para destruirte, ya que él no puede tocarnos, pero sí puede lanzar palabras que nos dañan y que, si las creemos, perdemos. Sin embargo, debemos recordar que nuestro defensor y ayudador es Dios, tal como lo menciona el Salmo 64.
Salmos 64
Escucha, oh Dios, la voz de mi queja; Guarda mi vida del temor del enemigo. 2 Escóndeme del consejo secreto de los malignos, De la conspiración de los que hacen iniquidad. 3 Que afilan como espada su lengua; Lanzan cual saeta suya, palabra amarga, 4 Para asaetear a escondidas al íntegro; De repente lo asaetean, y no temen. 5 Obstinados en su inicuo designio, Tratan de esconder los lazos, Y dicen: ¿Quién los ha de ver? 6 Inquieren iniquidades, hacen una investigación exacta; Y el íntimo pensamiento de cada uno de ellos, así como su corazón, es profundo. 7 Mas Dios los herirá con saeta; De repente serán sus plagas. 8 Sus propias lenguas los harán caer; Se espantarán todos los que los vean. 9 Entonces temerán todos los hombres, Y anunciarán la obra de Dios, Y entenderán sus hechos. 10 Se alegrará el justo en Jehová, y confiará en él; Y se gloriarán todos los rectos de corazón.
La forma que el enemigo usa para que dudemos, tengamos miedo o nos quedemos paralizados, son con palabras que vienen a nuestra mente, susurros, esas voces que van contraria a la fe. Por eso, el salmista menciona “guarda mi vida del temor del enemigo”.
Otras veces, pueden ser personas que vienen contra nosotros con palabras que dañan, pueden ser mismos familiares, amigos u otros creyentes, influenciados por el enemigo para que nos quedemos paralizados por el temor. Pero, recuerda lo que dice:
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo. (Efesios 6,12)
En este Salmo, David resalta el poder de las palabras, exactamente de las “palabras amargas”, que son lanzadas como saetas, es decir para hacer daño. Hay murmullos, calumnias, juicios escondidos. Se planean trampas con palabras, buscando destruir la reputación, desanimar el corazón o sembrar división.
Pero, es Dios quien nos protege, cuando el enemigo lanza sus saetas, Dios también lo hace, porque siempre prevalece su justicia, su verdad, su protección.
No necesitas vengarte, no necesitas devolver palabra por palabra. Dios se encargará de cada enemigo que quiere hacerte daño.
Al final, los justos se alegrarán y su confianza en Dios crecerá mucho más. Las palabras que un día te hirieron ya no tienen poder sobre ti cuando Dios te defiende. Él te restaura, te levanta y hace que tu testimonio sea conocido por otros.
El Salmo 64 nos muestra el poder de las palabras amargas, pero que no están por encima de nuestro Dios. Cuando el enemigo trata de destruirnos con intenciones escondidas, podemos refugiarnos en Dios, quien ve el corazón, escucha nuestras oraciones y pelea por nosotros.
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